Pero
hablo de gravedad, en su sentido celeste, pétreo, de rumores cáusticos, hablo de un lugar sin sitio, una ermita de longevas nupcias de mar y tierra así, cumpliendo su eterno cometido de ir y venir, lentas como una caricia matinal y ardiente.
Pero
un lugar, que no da la hora, que se ensimisma de este sustancioso sueño que por veces es, y en otras no puede, ni querer.
No encontraremos paz
ni en nosotros ni fuera de nosotros
Pero si tu mano acaricia mi mano
y tu cara de frente al sol me fabrica
ese instante demencial
Por menor que sea tu habitación oblicua, en mi, en este sitio de mi
Todo habrá valido la pena
desde el encuentro
y la idea
hasta…
Ese momento
entre
un antes y un después.
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